FERNÁNDEZ CHIMENO, JOSÉ
Al abordar la obra arquitectónica de Antonio Gaudí, el viajero contemporáneo puede hacerlo desde diferentes puntos de vista. Al igual que hay tantas representaciones de un edificio como proyecciones en perspectiva existen (diédrica, axonométrica-isométrica, caballera, conica, aérea, etcetera), así esta guía cultural, que trata sobre la herencia del lenguaje gaudinista por el noroeste de España, aspira a llegar al corazón primero y al raciocinio después del «amante de la arquitectura» por diferentes caminos.
En esta ocasión y debido a las enormes distancias existentes entre Barcelona y las villas o ciudades a las que afecta (Astorga-León-Gijón-Comillas), trayectos que para la época tan sólo se podían salvar por medio del ferrocarril, si no se quería perder un excesivo tiempo, cobran especial importancia los colaboradores que el genial arquitecto catalán tuvo a su cargo o disposición (desde el maestro de obra Claudi Alsina y el contratista Policarpo Arias, hasta los arquitectos Cristóbal Cascante y Joan Rubió; este último, técnico calculista del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia); cooperantes que, aún en la lejanía, jamás dejaron de ejercer su noble oficio y todos proyectaron sus muchos conocimientos bajo el incuestionable magisterio de Antonio Gaudí. Es pues, la primera y no única demostración palpable de la gran confianza que el procér arquitecto depositó en sus colegas de profesión. Quizá por ello, se le puede considerar como el último de los magister operis de la Edad Media y uno de los primeros arquitectos modernos que, en un periodo de tiempo que engloba el último cuarto del siglo XIX y primero del siglo XX -sin pretender crear un estilo propio-, dejó una serie de tendencias arquitectónicas (postgótica, geométrica y naturalista) que hoy en día siguen vigentes.