FERNÁNDEZ CHIMENO, JOSÉ
¡Se ha escrito un crimen! En las páginas de sucesos del Diario de Barcelona,
el periodista Leo Taxil redacta las crónicas de un deceso acaecido en la
«cámara de meditación» de la Logia Fraternidad: ¿asesinato o muerte
natural? La decimonónica sociedad barcelonesa está escandalizada,
pero la primera conclusión policial un ajuste de cuentas «entre
masones» le lleva a perder el interés, así como de la gran mayoría de
los escasos lectores de este tipo de noticias macabras. Solo una mente
analítica como la del joven arquitecto Antonio Gaudí se siente atraída
por el teatral caso Doyle; aunque desconoce que aquello que en un
principio es simple curiosidad, pronto se transformará en horrible
pesadilla; y cuanto de facto investiga en la seguridad del anonimato, de
iure le convertirá en principal sospechoso para el jefe del Departamento
de Homicidios, el sagaz inspector Duran.
Si en alguna ocasión Antonio Gaudí pudo caer en la «tentación
masónica», sucedió en los ocho primeros años de su vida profesional
(1878/1885), comprendidos entre la graduación y su consagración
como arquitecto al frente de las obras del Palau Güell. En esa época,
Gaudí sufrirá el amor imposible de Pepeta Moreu, que le marcará para
siempre. Aquel bisoño alarife, con trazas de dandy, cuyo carácter jovial
y abierto, al correr del tiempo, se convertiría en huraño y reservado
(ver novela del autor, Gaudí, la forja de un genio), tuvo unos comienzos
difíciles. No obstante, el destino quiso que un día, en su estudio de
arquitectura sito en la calle del Call 11, 3º, apareciera el magnate don
Eusebi Güell i Bacigalupi con una propuesta fastuosa.