MENDOZA DÍAZ, ENRIQUE
Sin orden es imposible ser feliz. Sin responsabilidad,
privada y pública, no puede existir lo que llamamos
civilización. Creo en la esperanza humana de un mundo
mejor: en la fuerza creadora de la libertad. Vivimos en un
tiempo de redescubrimiento y actualización de verdades.
Afortunadamente el hombre no es como un río, que no
puede volverse atrás. De ahí la importancia de educar
en libertad, enseñando a cada uno a llevar el timón de
su vida en la dirección correcta: hacia la felicidad de una
vida plena, con la actitud necesaria para orientar su vida al
servicio de los demás.
Nadie se basta a sí mismo. Esta necesidad mutua debe
llevarnos a sentir agradecimiento y aprecio por el trabajo
de todos aquellos que nos presten un servicio. Me
despierto y enciendo la luz, abro un grifo y sale agua, bajo
por unas escaleras limpias, camino por unas calles seguras.
Detrás hay gente personas como tú y como yo que
nos sirven con su trabajo. No hay nadie que se sienta
tan seguro de sí mismo siempre y hasta el punto de que
no necesite nunca una palabra de reconocimiento, una
palmada en la espalda o un comentario amable. El simple
hecho de que nos digan que estamos haciendo un buen
trabajo nos anima a hacerlo mejor. El reconocimiento más
insignifi cante puede tener un efecto multiplicador. Como
la doble recompensa de las palabras amables: te hacen feliz
a tí y hacen felices a los demás.