FORZA, ANTONIO
Que la decisión judicial no depende solo de la razón es una sospecha que los realistas americanos hicieron famosa a mediados del siglo xx. Con apoyo en experimentos realizados desde entonces, los autores de este volumen dos juristas y un psicólogo plantean un postulado, quizás menos ingenuo que el punto de partida realista: que las emociones, las intuiciones, los prejuicios y los sesgos juegan un papel decisivo en las decisiones, del que no pueden escapar ni siquiera los jueces más avezados, y nos llevan a cometer errores sistemáticos.
Pero esto no se traduce en desconfianza hacia la función de juzgar. Al contrario, la consciencia sobre los fenómenos neuronales y mentales que inciden de manera determinante en el juicio permite controlar los procesos de pensamiento y limitar la posibilidad del error. La racionalidad, entonces, sufre una transformación, pues ya no se trata de ignorar la «cifra afectiva», sino de mantenerla a raya y saber operar con ella.